Mirenda

27.03.2014 20:07

Esta historia fue referida por mi abuela Carla, la mayor de las Mirenda, en el dormitorio de Julia, la menor que falleció en 1900 por causas de quien sabe Dios que ocurrió en Rosario.
La escribo porque creo observar un gran secreto, del cual expondré mis deducciones y que los santos me perdonen si juzgo a un inocente.
En Rosario, había un pueblito no muy alejado de la ciudad, vivieron dos hermanas, las mellis, las llamaban; no porque fueran mellizas, más bien porque nunca se separaban. El pueblo observaba que donde iba una, estaba la otra.
Siempre compartieron las mismas amistades y hasta podría jurar que tuvieron habitaciones exactamente iguales, aunque mi abuela me lo niega.
La casa que ya no existe, era pequeña pero con un patio enorme, lleno de flores. Allí atendían a las visitas y era el lugar donde Carla realizaba sus obras de arte. La mayor era una artista sin fama pero llena de talento y Julia la mejor enfermera del pueblo, en esto se distinguían las dos.
Una vez, Carla había presentado su mejor obra en una exposición muy famosa de la capital. Allí se cruzó con el millonario de la ciudad, Rosendo Gavilán, un hombre bien distinguido con fama de engreído.
Este al ver la pintura y a su artista, ofreció mucho dinero a cambio, no solo de su obra, sino también, de una cita. Sin dudarlo, Carla, había aceptado.
Era la primera vez que algunos puebleros vieron a Carla bien acompañada. Esa noche no volvió a su casa. Julia, quien trabajó sin parar todo ese lluvioso día, al llegar a la madrugada observó que se encontraba sola, y preocupada salió en busca de su hermana.
Al salir, en la puerta estaba su hermana con el millonario. Ella lo presenta y sin querer Julia sintió un atractivo hacia él. Las dos hermanas se encontraban enamoradas del mismo hombre, tan solo a primera vista.
Fueron pasando los meses y Carla ya era novia de Rosendo, en tanto su hermana menor se consumía en odio por no poder tenerlo.
Una tarde, el millonario vino a visitar a su amada pero solo Julia se encontraba. Esta lo hizo pasar, entre mates y mates, la tarde fue cayendo. Ambos compartieron, no solo un dialogo profundo, sino también su pasión oculta.
Esa noche, sin que Carla lo supiera, compartió a su hombre y a su cama con la hermana.
Cada día, Julia era más agresiva con ella. La relación ya no daba más, no podía soportar ver la feliz pareja, sabiendo que fue suyo. Los celos la llevaron a que una madrugada golpeara la puerta de la casa de su cuñado, entrara, sacara una inyección con veneno de su bolsillo y clavara en el cuerpo del millonario medio dormido.
En el diario "la tinta", salió el encabezado informando la muerte de Gavilán, pero era extraño que en la noticia habían puesto "por causas naturales". Carla se encontraba destrozada de dolor, al enterarse de lo sucedido, el único consuelo que encontraba era de la asesina de su hermana.
Finalmente llegaba la primavera. Luego de lo ocurrido, ellas se unieron nuevamente.
Julia preparaba la cena, mientras Carla pensaba en su amado. El silencio inundaba la comida y algo fuera de lo normal burbujeaba la copa de la mayor.
En el silencio, Julia, impaciente, esperaba que tomara la copa su hermana. Mientras tanto, iba confesando lo que había sentido por Rosendo y como ella acabó con la vida del mismo.
Esa cena concluyó con llantos y pocos minutos después, la muerte de la menor.
Mi abuela fue señalada, por todos, como la asesina de su melliza, pero si no me equivoco, ella me dio a entender que la copa fue tomada por Julia; sin embargo, nadie estuvo allí para confirmarlo.

 

Autora: Maida Filippini.  4/2/2011

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